LA FELICIDAD: TRANQUILIDAD DEL ALMA
Para el estoico, el bien supremo en la vida es la felicidad, y ésta consiste en la tranquilidad del alma: la “ataraxia”. Pero esta tranquilidad no es una actitud de pasividad estéril e insensible, sino, más bien, es un estado en el que el sabio estoico ha superado las circunstancias que vienen del mundo exterior, y controlado las excitaciones provocadas por los sentidos en su relación con ese mundo exterior. El sabio es dueño de sí, imperturbable; no se deja arrebatar por nada. Para ello sólo hay un camino: el poder de la razón, y así como el Universo tiene una inteligencia que pone orden en la naturaleza, también el hombre que quiere alcanzar la sabiduría tiene que conseguir el orden en su vida por medio de su razón, pues ésta es una parte de la Razón Universal. Así se comprende mejor la insistencia de estos filósofos cuando recomendaban vivir de acuerdo con la Naturaleza: “vivere secundum naturam”.
De esta doctrina se desprende un aparente determinismo y una cierta resignación. El sabio acepta a la naturaleza tal como es, se amolda enteramente al destino: “parere Deo libertas est”, obedecer a Dios es libertad. Pero entonces, podríamos preguntarnos: ¿Dónde queda la libertad humana? Si estamos incluidos en un plan general del Destino, ¿qué sentido tiene nuestro libre albedrío, nuestra capacidad para crear y mejorar nuestra vida? Los estoicos resolvían esta cuestión considerando que la contingencia humana estaba incluida en este Plan General, convirtiéndose entonces en providencia. O sea, nosotros podemos elegir el camino ante los dilemas de la vida; si lo hacemos siguiendo los dictados de nuestra razón, nos ajustaremos a la naturaleza y seremos felices; si por el contrario elegimos el camino equivocado, la vida nos acabará “pasando factura”, con la carga de sufrimiento que ello conlleva. Este planteamiento se puede ilustrar con un ejemplo sencillo: si en una tarde lluviosa tenemos que salir a la calle obligatoriamente, es una estupidez que nos enfademos con la lluvia. Lo lógico, es que seamos inteligentes y obedezcamos a nuestra razón cogiendo un paraguas para no mojarnos. Nosotros no podemos evitar la lluvia, pero somos libres de elegir el modo de hacer frente a la lluvia o a cualquier circunstancia de la vida.
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